miércoles, 21 de agosto de 2013

La paradoja de la censura en la literatura infantil



Cuando me vi enfrentada a la tarea de responder ¿De qué forma se presenta la censura literaria para niños?  Mi primer pensamiento viajó hacia la época de la dictadura militar en Chile, especialmente cuando se conmemoran cuarenta años del golpe de estado, y además, por las lecturas de este tema que nos hablan de la censura de libros en la dictadura Argentina, como “Cinco dedos” de editorial La Flor, “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann o “El pueblo que no quería ser gris” de Augusto Bianco.

Como ni siquiera estaba en los planes de mis padres para el 73, intenté rememorar alguna situación de censura literaria durante mis años de educación básica (1984-1991), pero no tengo ninguna en mi retina. Mi investigación en la red, tampoco ha sido fructífera. Hasta el momento sí descubrí que el primer libro oficialmente censurado por el régimen fue “Mal de amor” de Óscar Hahn, obra que no consiguió el “permiso de circulación” entregado por la autoridad de la época.

He conversado con algunos profesores y más bien han recordado a la revista infantil “Cabro chico”, publicada por editorial “Quimantú”, cuyo ilustrador Luis Jiménez, hasta hoy se encuentra desaparecido.  La editorial Quimantú, se propuso dos objetivos primordiales: “primero, poner el libro al alcance de todo el pueblo chileno, mediante una política de producción, distribución y tiraje que abaratara costos de edición y venta. Segundo, concebir el libro como un elemento emancipador de conciencias para el “nuevo Chile" que nacía bajo el gobierno de Salvador Allende” (memoriachilena.cl)

Con tirajes de 50.000 ejemplares, reconocido es el un papel fundamental que jugó dicha editorial en masificación de información ideológica, social, económica y cultural, ampliando el alcance de sus libros a distintos sectores sociales y privilegiando la refundación de una nueva identidad. Tras el golpe militar, “Quimantú” fue cerrada y a pesar de su refundación como Editora Nacional Gabriela Mistral, quebró.



A juicio de Hugo Cerda (1985), la revista “Cabro Chico” fue “uno de los esfuerzos más positivos que se conocen en nuestro continente, por procurar al niño popular de una revista que respondiera a sus intereses y necesidades” (Cerda, 1985: 266).

Hay una obra que es necesario conocer, especialmente en esta conmemoración de los cuarenta años del golpe militar, me refiero a  “La composición” de Antonio Skármeta, cuento escrito en francés a fines de los setenta, pero recién en el año 2000 fue publicado en formato de libro álbum por la editorial Ekaré, ilustrado por el artista español Alfonso Ruano. En el año 2006, editorial Sudamericana también lo reeditó con ilustraciones de María Delia Lozupone. (Cf. CRA, 2006:126).
En el año 2002 obtuvo el “Premio de Literatura Infantil y Juvenil al servicio de la Tolerancia”, convocado por la UNESCO.  Manuel Peña nos cuenta el argumento de “La composición”: “es la historia de un niño que solidariza con sus padres durante los días del gobierno militar. Su padre escucha clandestinamente radio Moscú, mientras una serie de allanamientos ocurren en el barrio. El niño es testigo del ambiente de tensión que se vive en la casa. Un día llega un policía militar el colegio y le pide a los alumnos que escriban una composición sobre lo que hacen sus padres en la noche” (Peña, 2009:780).


A juicio del mismo Peña la obra “valoriza la inteligencia y madurez del niño consciente del momento histórico que le corresponde vivir” (Peña,2009: 780), así como en “El niño del piyama a rayas”, “El diario de Ana Frank” o en la película “La vida es bella”, donde se valora la mirada lúcida de los niños.   


En la edición de  Sudamericana, “La composición” aparece recomendada a partir de los 9 años, en el catálogo CRA, para 8 básico y para primero medio como recurso para trabajar en forma integrada con el sector de Historia y Ciencias Sociales. (CRA, 2006:126) con los objetivos de “Reconocer y desarrollar respeto por la justicia, la verdad, los derechos humanos y el bien común e investigar sobre el contexto histórico cultural en que se ha escrito la obra”. Como se puede apreciar, la esencia estética de este libro álbum queda en segundo plano, y a lo más a los estudiantes se les consulta por la evocación que les producen las imágenes.

No obstante, me llama la atención que no aparezca como lectura recomendada en los programas de estudio de lenguaje o en planes lectores, por lo tanto considero que  podría existir una autocensura por parte de los propios mediadores de lectura.

 Y es aquí cuando pienso en la conceptualización de “censura”, en paralelo surge otro concepto: “selección”, y para intentar delinear sus límites, es necesario recurrir a las definiciones:
censura:  Dictamen y juicio que se hace o da acerca de una obra o escrito. 2.  Nota, corrección o reprobación de algo. 3. Examen y aprobación que anticipadamente hace el censor gubernativo de ciertos escritos antes de darse a la imprenta . (rae.es)
selección: 1. f. Acción y efecto de elegir a una o varias personas o cosas entre otras, separándolas de ellas y prefiriéndolas. (rae.es)

Entonces ¿cuál es el límite entre censurar y seleccionar? Esta es la interrogante que me ronda desde hace tiempo, surgida en una conversación con mis futuros profesores de educación básica: ¿quiénes deciden las lecturas sugeridas en los programas de estudio? O ¿cuáles son los criterios de las editoriales para publicar obras infantiles?
Y ahora me surge el siguiente cuestionamiento: ¿funciona un cierto tipo de autocensura en los propios escritores? Por ejemplo: ¿escritores nacionales han abordado el tema de la sexualidad en obras infantiles?

En medio de este divagar me encuentro con la obra “Tres con tango” de Peter Parnel y Justin Richardson, con ilustraciones de Henry Cole, editado en inglés el año 2005 y publicado en español el 2006 por la editorial Serres, ha ocupado la primera posición de la lista de libros prohibidos durante cuatro años (2006, 2007, 2008 y 2010) (espiritugay.com), que cada año  publica la  Asociación norteamericana de Bibliotecas  en su Semana de los Libros Prohibidos.




 “Tres con tango”, cuenta historia sobre adopción y pingüinos homosexuales basada en hechos reales, encabeza el ranking de las solicitudes de “prohibición, remoción o recatalogación en aras de las buenas costumbres y la moral”. (blogocio.com)

El argumento de la obra, con anclaje en la historio real  Roy y Silo, dos pingüinos que formaron una pareja en el zoológico de Nueva York. A los seis años, y para celebrar su amor con un fruto, la pareja adoptó, cuidó y empolló una roca. Conmovidos, sus cuidadores, cambiaron la roca por un huevo de verdad. Y de ahí nació la hija de Roy y Silo: Tango.
Según lo que he podido indagar, la intención de los autores de esta obra era “ayudar a los padres a hablar con los niños sobre las familias creadas con la adopción, pero su tolerancia a los comportamientos “contra natura” fue demasiado para muchos, que pidieron que sólo se prestara bajo vigilancia adulto… o se eliminará de las bibliotecas”.(blogocio.com)
Desde la mirada de la comunidad gay “Tres con tango” es un “tierno cuento ha sido muchas veces tergiversado y en lugar de ser tomado como una herramienta educativa de integración ha sido acusado por grupos ultraconservadores de “promover la homosexualidad”, de atentar en contra los valores familiares y de ser inadecuado para el lector infantil”. (espiritugay.com)

Paradojalmente, en paralelo a la censura, la obra ha recibido numerosas distinciones:  de la Asociación Americana de Bibliotecas: Libro Infantil Distinguido (2006); Premio Henry Bergh de la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (2005); Nickelodeon MagazineMejor Libro Familiar del Año (2006); Premios Bank Street College of Education: Mejor Libro del Año (2006); fue elegido por el Consejo Cooperativo de Libros Infantiles (2006); finalista del Lambda Literary Award (2006) y preseleccionado para el Sheffield Children's Book Award (2008).

Esta paradoja no solo la experimenta “Tres con tango”, para mi sorpresa también ha sufrido censura una obra considerada como clásica infantil:  “Charlie y la fábrica de chocolates” (1964) Desde mi ingenuidad pensé que la causa de su censura podría ser que ella promoviera el consumo de dulces por parte de los niños, un pecado en el contexto actual de obesidad infantil. Pero no, la novela de Roald Dähl fue acusada de racista y luego de las críticas de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color,  el libro fue cambiado y republicado en 1973. En esta versión los Oompa Loompas tienen cabello largo de color castaño-rubio y piel blanca-rosada. Sus orígenes fueron cambiados de África a la ficticia Loompaland. No obstante, la edición que tengo en mi poder, los Oompa Loompas: “¡son pigmeos! Importados directamente de África!” (Dähl, 2007 :92). Otra de las razones para su censura que aducen en Colorado EEUU se debe a que el contenido expone una "pobre filosofía de vida".



Respecto a esta obra, Lucía Rivadeneyra trae a primer plano la insinuación de Elisa Corona Aguilar, en su ensayo Niños, niggers, muggles. Sobre literatura infantil y censura (2012, Deleátur. México) respecto a que la lectura superficial trae a primer plano razones un tanto nimias y no razones que podrían ser más de fono: “si no han atacado a la obra por sus referencias a la Casa Blanca es, seguramente, porque no la han leído o porque los miembros del gabinete tienen gran sentido del humor” (Rivadeneyra en mujeresnet).

Y continúan las paradojas: los librors más populares  y más leídos por los niños son los más censurados por los padres, las obras que han sido más premiadas, han sido  las más censuradas; esto lo explica Corona afirmando que "para los censores, todo placer es sospechoso".

Debo confesar cierto placer luego de enterarme que he leído varios de los libros que aparecen en el listado de censurados. Placer que a juicio de Elisa Corona ha acercado a los niños al leer estas obras y que contrasta con el miedo o pavor de los adultos de que los niños, luego de leer, piensen y pregunten o, peor aún, sean felices.

Bibliografía
            

Ø  Blog Ocio “Tres con tango: el libro más indecente del momento” Visitado el 19 de agosto de 2013   http://blogocio.com/tres-con-tango-el-libro-mas-indecente-del-momento/
Ø  Cerda, H. 1985. Ideología y cuentos de hada. España, Akal.
Ø  Dähl, R. 2007. Charlie y la fábrica de chocolates. México, Alfaguara.
Ø  García, J. 2006 “Letras con sangre”. Extraído el 19 de agosto de 2013 de              http://www.archivochile.com/Dictadura_militar/muertepin8/muertepin8_0152.pdf
Ø  Memoria Chilena  “Editora nacional Quimantú” Visitado el 19 de agosto de 2013               http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?id_ut=editoranacionalquimantu
Ø  Peña, M. 2009. Historia de la literatura infantil en América Latina , Madrid, Sm.
Ø  Real Academia española de la lengua. 2013. Visitado el 19 de agosto de 2013 http://www.rae.es
Ø  Rivadeneyra , L.  “La censura nuestra de cada día” Extraído el  19 de agosto de 2013 http://www.mujeresnet.info/2012/12/censura-nuestra-de-cada-dia.html

domingo, 11 de agosto de 2013

¿Qué es la literatura infantil? Desplazamientos de una definición

La postura canónica que declaré en mi respuesta anterior a la pregunta ¿Qué es la literatura infantil? se ha visto desplazada con las lecturas que he realizado en este módulo, y me llevan a ensayar un concepto de literatura infantil como un discurso artístico, que constituye un género dinámico, permeable a otras manifestaciones culturales y  dirigido a un lector niño,  a quien se le reconoce como sujeto. No obstante, valoro lo planteado por Emma LLuch
en su entrevista, quien afirma que “hay muchos libros para adultos, que pueden leer los niños/as”, así como libros para niños que son leídos por adultos”. Sin duda que esto se debe a los diferentes perfiles lectores y a los contextos de recepción que van configurando el intertexto lector.
En primer lugar, debemos considerar a las producciones de literatura infantil como discursos artísticos, sin aquella carga decimonónica moralizante y de final feliz, que casi a gritos nos manifiesta Joel Franz Rosell (p.4). Como la literatura infantil es arte, nos dice Liliana Bodoc (Bodoc, 2010: 245), está eximida de propósitos de información, de autoayuda, de terapia, pero si está comprometida con el lenguaje poético. En este punto, Bodoc nos entrega un argumento de fondo que explica la necesidad que nuestros niños y jóvenes deban leer literatura: el lenguaje poético con todas sus asociaciones más bien atípicas, nos pone en el lugar de lo “extracotidiano”, que nos obliga a “movilizar los sentimientos y las capacidades adormecidas de nuestra psiquis y de nuestra inteligencia” (Bodoc,2010:246). Suficiente razón que debe iluminar nuestra misión como mediadores de lectura
En segundo lugar, la literatura infantil tiene estatus de género, siendo su rasgo principal, a juicio de Rosell, el tratamiento de los temas y de las formas “desde la perspectiva singular que tiene el niño de mundo real e imaginario” (Rosell, p.4).  Dicha especificidad hace que la lectura de libros infantiles apacigüen los espíritus adultos, idea planteada por Rosell y que es confirmada por  un estudio realizado por la Universidad de Cardiff, el cual revela que la lectura de  libros infantiles por parte de los profesores contribuye a su propio bienestar, aliviando su estrés. (mercurio.cl)

En tercer lugar, otro rasgo propio de la literatura infantil es su dinamismo, evidenciado en los desplazamientos que ha experimentado este género, como pasar desde un paradigma formativo a uno estético, que provoca una ruptura del canon y una apertura hacia la integración de obras que ese encuentran el margen de la prescripción escolar; lo que Lluch denomina como deslocalización (UCvirtual, 2013: 14).
Un ejemplo más de dinamismo de este género es este tránsito de la supremacía del código verbal hacia el ícono-verbal. Y en este punto, reconozco que realicé una actualización de las lecturas recomendadas para los cursos que desarrollo para las futuras educadoras de párvulos y profesores de educación básica. El desafío está en enseñar a leer el código visual, especialmente en el libro álbum.
A pesar de la profesionalización del discurso literario infantil y que desde la década del setenta se le considere como un sistema literario con rasgos propios, debemos persistir en nuestro rol de  mediadores de la lectura, en la lucha de no instrumentalizar a la literatura infantil, pelea “de poco más de tres siglos, contra su utilización como medio de educación, de armonización social, de transmisión de una concepción del mundo” (Rosell, p.4).
Como mediadores, también nos corresponde desacralizar al libro infantil y estar atentos a la nueva moralización de los libros para niños,  donde se frivoliza el uso de “los valores” como estrategia de marketing editorial. Marcela Carranza (2009) nos alerta: “¿de dónde salen esos listados de valores que enumeran todo aquello que se supone un libro infantil debe transmitir a un niño? (…) la moral concebida como una “medicina” a tragar, “una cucharadita de virtud” cada ocho horas”.  En este punto, se viene a mi memoria una anécdota pedagógica que viví hace tres años, cuando un grupo de apoderados de segundo básico estaban escandalizados por la lectura de “La familia guacatela” de Mauricio Paredes. Las madres consideraban poco adecuada la lectura, por su lenguaje que aludía a las costumbres poco higiénicas de dicha familia ficticia y que “no dejaba ninguna enseñanza”.  La opinión de dichas apoderadas obedeció a que su propio intertexto lector estaba conformado por un canon tradicional, donde las obras constituían un referente moral de comportamiento, y claro, dicha obra entró en choque con dicha concepción.
Como aprendizaje de esta anécdota y de las reflexiones derivadas de las lecturas de este módulo, concluyo que es necesario acompañar a los padres y a los profesores/as en su rol de mediadores, haciéndoles ver este cambio de paradigma en la literatura infantil y la tensión pendiente entre el disfrute versus la formación, especialmente con todo este ambiente de competencia que se vive en los colegios por obtener buenos resultados en las pruebas estandarizadas de SIMCE y PSU, donde el arte es una asignatura, por así decirlo, de segunda clase.

Bibliografía

ü  Bodoc, Liliana. 2010. “Literatura como discurso artístico”. Actas de CILELIJ, Vol. 2. 244--‐246.

ü  Carranza, Marcela. 2009 “¿Por qué la literatura es también para los niños?”
Recuperado en

ü  mercurio.cl  “Por qué los profesores deberían lee más libros infantiles”. 5 de agosto de 2013
Recuperado en

ü  Rosell, Joel. “¿Qué es la literatura infantil? Un poco de leña al fuego”.
Recuperado en Revista Cuatro Gatos
http://www.cuatrogatos.org/articuloqueeslaliteraturainfantil.html


ü                     ü    UCvirtual. 2013. “Panorama actual de la literatura infantil: concepto y características generales”. Fac. de Educación. P. Universidad                Católica-Fundación La Fuente. Diplomado en fomento de la lectura y literatura infantil y juvenil. Material de estudio,p. 14.

domingo, 4 de agosto de 2013

¿Qué es literatura infantil? Una reflexión desde mi historia e inexperiencias

Entiendo por  literatura infantil  aquellos textos de ficción que están dirigidos a menores de 12 años, en cuyas temáticas abunda la fantasía y están determinados por tramos de edad. Su extensión en páginas se incrementa conforme a la edad y las ilustraciones juegan un rol fundamental, lo mismo que su tipografía y material, para hacerlos atractivos a los lectores principiantes.

La literatura llegó a mí con mayor fuerza en el hogar, gracias a mi madre, quien desde pequeña me motivó a leer, regalándome revistas infantiles (“Petete”), cómic (“Heidi”) y libros, aquellos que aparecían en los diarios. Uno de mis bienes más preciados es la colección completa de grandes clásicos escolares Zig-Zag. De esa colección leí novelas como “Mujercitas”, “Bajo las lilas”, “La Quintrala”, y en una edad bastante precoz, “Palomita Blanca”.

De mis tiempos de educación básica recuerdo los cuentos que leíamos en los textos de estudio, casi siempre Santillana, tales como: “Mac, el microbio desconocido” o “El cururo incomprendido”. En ese entonces no se estilaban los “planes lectores”, solo recuerdo que por ahí en cuarto básico todo el curso leyó “Papelucho en la clínica”. Hasta hoy este libro lo conecto con los pasillos del hospital de Linares.

Ya en enseñanza media, tuve lecturas mensuales, la mayoría de textos clásicos, como “El cantar del Mio Cid”, “Romeo y Julieta” o “La ciudad y los perros”. Sí destaco que en mi colegio de educación media (Colegio marianista Instituto Linares) contaba con una biblioteca, el cual no era un lugar de castigo, sino que el corazón de mi colegio. Allí estaba la tía Gladys, hasta hoy lo está, quien nos conocía tanto que nos recomendada el libro indicado a cada uno. En ese tiempo, junto a mis amigos y amigas, nos devorábamos la colección “Gran Angular” de la editorial SM. Títulos como “Cinco panes de cebada” o “Los escarabajos vuelan al atardecer” eran lecturas que nos recomendábamos entre los amigos y nos daban tema de conversación.  Y como buenos lectores, la tía Gladys nos concedía el privilegio de pasar tras el mesón y recorrer las estanterías para que nosotros mismos escogiéramos nuestros libros.

La primera obra de teatro que he visto en mi vida fue en dicho colegio, “El cepillo de dientes” de Jorge Díaz, montada por una compañía de Santiago. También allí conocí a la escritora linarense Ana María Güiraldes y Saúl Schkolnik, quienes nos daban charlas y venían a las premiaciones de los concursos de creación literaria que organizaban los profesores de castellano. Verdaderamente, ahora que lo escribo, mi colegio priorizaba las actividades de fomento lector, con todas las dificultades de acceso a la cultura que acarrea el vivir en provincia, sin ninguna librería en la ciudad.

Como profesora de castellano, asumo que pesa mucho el canon literario en mis elecciones de lecturas para mis estudiantes. Durante el tiempo que estuve a cargo de la dirección del depto. de lenguaje en un colegio privado de Chillán,  elaboraré el plan lector desde 1° básico a IV medio, con planes diferenciados incluidos. Para ello, tomé como orientaciones; en primer lugar, las lecturas recomendadas por el MINEDUC; en segundo lugar, las lecturas que considero como clásicos universales, latinoamericanos y chilenos. En tercer lugar, consideré el contexto sociocultural de mis estudiantes, y por último, la disponibilidad de dichos títulos en la biblioteca escolar. A medida que hubo más variedad de títulos disponibles, les di a mis estudiantes la oportunidad de escoger su lectura mensual.

Uno de los aspectos a los que he dado importancia es a la necesidad de contextualizar la lectura literaria, ya sea en aspectos históricos como estéticos. Para esta tarea, la pizarra interactiva y los recursos tic fueron mis principales aliados, especialmente cuando leíamos obras clásicas, como “Lazarillo de Tormes” o algunos exemplos del Conde Lucanor o “El Quijote”, donde trabajaba con un audiolibro, que resultó bastante motivador para mis estudiantes de tercero medio. Esta experiencia de aula la presenté en abril de este año en el congreso internacional de Educación  con Tecnologías de la Información, (CEDUTIC) en la Universidad Católica de la Santísima Concepción, con una ponencia titulada “Uso de la Pizarra Digital Interactiva (PDI) en la formación literaria de estudiantes de enseñanza media”.

Como formadora de los futuros profesores me enfrento a generaciones donde la gran mayoría no son lectores literarios asiduos, y que arrastran con nulas experiencias escolares o si las tienen, están vinculadas a recuerdos amargos. Para lograr encantarlos, me he lanzado con la poesía, el género que pasa un poco a pérdida en la escuela, y les he leído poemas, transitando desde Mistral, Neruda, Tellier, Rojas hasta llegar al inquietante Nicanor Parra.

También intento modelar la aplicación de los momentos de la lectura, especialmente en la lectura de textos narrativos literarios. Los “Cuentos para jugar” de Gianni Rodari han resultado atractivos para mis estudiantes, quienes se transforman en niños y niñas, y se hacen merecedores de un “regalo lector”. Resulta muy divertido escuchar sus hipótesis de lectura y la defensa que realizan de sus finales preferidos. Al mismo tiempo, para ellos es novedoso sentirse como lectores activos, con la posibilidad de elegir y que la figura del autor, sea también un lector con opinión de su propia obra.


Reconozco que, para bien o para mal, el peso del canon también se revela en las elecciones de lectura literaria que he realizado para mis estudiantes universitarios, aunque sí he integrado a Mauricio Paredes y a Sergio Gómez. Me angustia un poco que ellos no posean un bagaje lector más amplio y que en su niñez no hayan leído a los clásicos infantiles; mi lógica, quizás errada, es la siguiente: deben leer a los clásicos para comprender la literatura infantil actual. Con ellos sí me he lanzado a experimentar en nuevas formas de evaluación de la lectura literaria, como entrevistas de lectura o que ellos analicen pruebas rendidas por alumnos/as de básica y emitan un juicio crítico del instrumento evaluativo.