domingo, 11 de agosto de 2013

¿Qué es la literatura infantil? Desplazamientos de una definición

La postura canónica que declaré en mi respuesta anterior a la pregunta ¿Qué es la literatura infantil? se ha visto desplazada con las lecturas que he realizado en este módulo, y me llevan a ensayar un concepto de literatura infantil como un discurso artístico, que constituye un género dinámico, permeable a otras manifestaciones culturales y  dirigido a un lector niño,  a quien se le reconoce como sujeto. No obstante, valoro lo planteado por Emma LLuch
en su entrevista, quien afirma que “hay muchos libros para adultos, que pueden leer los niños/as”, así como libros para niños que son leídos por adultos”. Sin duda que esto se debe a los diferentes perfiles lectores y a los contextos de recepción que van configurando el intertexto lector.
En primer lugar, debemos considerar a las producciones de literatura infantil como discursos artísticos, sin aquella carga decimonónica moralizante y de final feliz, que casi a gritos nos manifiesta Joel Franz Rosell (p.4). Como la literatura infantil es arte, nos dice Liliana Bodoc (Bodoc, 2010: 245), está eximida de propósitos de información, de autoayuda, de terapia, pero si está comprometida con el lenguaje poético. En este punto, Bodoc nos entrega un argumento de fondo que explica la necesidad que nuestros niños y jóvenes deban leer literatura: el lenguaje poético con todas sus asociaciones más bien atípicas, nos pone en el lugar de lo “extracotidiano”, que nos obliga a “movilizar los sentimientos y las capacidades adormecidas de nuestra psiquis y de nuestra inteligencia” (Bodoc,2010:246). Suficiente razón que debe iluminar nuestra misión como mediadores de lectura
En segundo lugar, la literatura infantil tiene estatus de género, siendo su rasgo principal, a juicio de Rosell, el tratamiento de los temas y de las formas “desde la perspectiva singular que tiene el niño de mundo real e imaginario” (Rosell, p.4).  Dicha especificidad hace que la lectura de libros infantiles apacigüen los espíritus adultos, idea planteada por Rosell y que es confirmada por  un estudio realizado por la Universidad de Cardiff, el cual revela que la lectura de  libros infantiles por parte de los profesores contribuye a su propio bienestar, aliviando su estrés. (mercurio.cl)

En tercer lugar, otro rasgo propio de la literatura infantil es su dinamismo, evidenciado en los desplazamientos que ha experimentado este género, como pasar desde un paradigma formativo a uno estético, que provoca una ruptura del canon y una apertura hacia la integración de obras que ese encuentran el margen de la prescripción escolar; lo que Lluch denomina como deslocalización (UCvirtual, 2013: 14).
Un ejemplo más de dinamismo de este género es este tránsito de la supremacía del código verbal hacia el ícono-verbal. Y en este punto, reconozco que realicé una actualización de las lecturas recomendadas para los cursos que desarrollo para las futuras educadoras de párvulos y profesores de educación básica. El desafío está en enseñar a leer el código visual, especialmente en el libro álbum.
A pesar de la profesionalización del discurso literario infantil y que desde la década del setenta se le considere como un sistema literario con rasgos propios, debemos persistir en nuestro rol de  mediadores de la lectura, en la lucha de no instrumentalizar a la literatura infantil, pelea “de poco más de tres siglos, contra su utilización como medio de educación, de armonización social, de transmisión de una concepción del mundo” (Rosell, p.4).
Como mediadores, también nos corresponde desacralizar al libro infantil y estar atentos a la nueva moralización de los libros para niños,  donde se frivoliza el uso de “los valores” como estrategia de marketing editorial. Marcela Carranza (2009) nos alerta: “¿de dónde salen esos listados de valores que enumeran todo aquello que se supone un libro infantil debe transmitir a un niño? (…) la moral concebida como una “medicina” a tragar, “una cucharadita de virtud” cada ocho horas”.  En este punto, se viene a mi memoria una anécdota pedagógica que viví hace tres años, cuando un grupo de apoderados de segundo básico estaban escandalizados por la lectura de “La familia guacatela” de Mauricio Paredes. Las madres consideraban poco adecuada la lectura, por su lenguaje que aludía a las costumbres poco higiénicas de dicha familia ficticia y que “no dejaba ninguna enseñanza”.  La opinión de dichas apoderadas obedeció a que su propio intertexto lector estaba conformado por un canon tradicional, donde las obras constituían un referente moral de comportamiento, y claro, dicha obra entró en choque con dicha concepción.
Como aprendizaje de esta anécdota y de las reflexiones derivadas de las lecturas de este módulo, concluyo que es necesario acompañar a los padres y a los profesores/as en su rol de mediadores, haciéndoles ver este cambio de paradigma en la literatura infantil y la tensión pendiente entre el disfrute versus la formación, especialmente con todo este ambiente de competencia que se vive en los colegios por obtener buenos resultados en las pruebas estandarizadas de SIMCE y PSU, donde el arte es una asignatura, por así decirlo, de segunda clase.

Bibliografía

ü  Bodoc, Liliana. 2010. “Literatura como discurso artístico”. Actas de CILELIJ, Vol. 2. 244--‐246.

ü  Carranza, Marcela. 2009 “¿Por qué la literatura es también para los niños?”
Recuperado en

ü  mercurio.cl  “Por qué los profesores deberían lee más libros infantiles”. 5 de agosto de 2013
Recuperado en

ü  Rosell, Joel. “¿Qué es la literatura infantil? Un poco de leña al fuego”.
Recuperado en Revista Cuatro Gatos
http://www.cuatrogatos.org/articuloqueeslaliteraturainfantil.html


ü                     ü    UCvirtual. 2013. “Panorama actual de la literatura infantil: concepto y características generales”. Fac. de Educación. P. Universidad                Católica-Fundación La Fuente. Diplomado en fomento de la lectura y literatura infantil y juvenil. Material de estudio,p. 14.

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